Cuando hablamos de jamón ibérico, hablamos de un producto exquisito, un producto inigualable, un producto especial. El proceso de producción desde el propio cruce del cerdo, el nacimiento y la crianza del lechón hasta la loncha que saboreas y se deshace en tu boca, es una serie de cuidados hacia un producto que requiere de muy poco para convertirse en uno de los alimentos con más clase del mundo. Requiere de muy poco porque necesita de poco material pero de mucho intangible. Requiere de mucha naturaleza pero también de mucha paciencia. Requiere de cerdos ibéricos, dehesa y naturaleza, seres humanos, sal, temperatura, humedad y tiempo.
Y más tiempo. Cinco años después, nos iremos a Albacete a comprar un gran cuchillo con el que, puesto con delicadeza en nuestro jamonero, te vamos a cortar esos cinco años de espera en la loncha que va a eclipsar tu paladar con el sabor del jamón ibérico de bellota.
Y más tiempo. Porque tiempo y más tiempo después de probar la primera loncha de jamón serrano y, después, la primera de jamón ibérico de bellota no nos cansamos y seguimos convencidos de que podríamos seguir comiendo de por vida este manjar. Pero, lo curioso, es que años después seguimos con la misma pasión y la misma ilusión por cortarlo más que por comerlo. Seguimos con esas ganas de seguir mejorando para darte la mejor experiencia ibérica posible.